viernes, 3 de julio de 2009

En el Día Mundial del Cooperativismo nada mejor que seguir pensando en capacitarnos.

En estos momentos se está discutiendo entre los Movimientos Sociales urbanos de América Latina la posibilidad de impulsar una Escuela de Autogestión.
Me parece importante para alimentar la reflexión a ese respecto, transcribir este artículo realizado por Alicia Dambrauskas (socióloga , maestra y cooperativista uruguaya).

SOBRE UNA ESCUELA DE COOPERATIVISMO AUTOGESTIONARIO

Desde Owen hasta nuestros días, el cooperativismo ha padecido de una profusa polisemia. Bajo su nombre, convertido en una etiqueta útil a toda circunstancia y régimen, se han amparado todo tipo de prácticas, que no sólo han desvirtuado el pensamiento utópico que le dio origen, sino que además ha vaciado de contenido sus principios rectores. Así, el cooperativismo hoy hegemónico, es profundamente conservador y ha operado de práctica sombrilla protectora bajo cuya sombra se han cobijado múltiples burocracias, vaciando de contenido su nombre y generando contradicciones en su conceptualización.
Hoy, ante la búsqueda de nuevas opciones transformadoras a un modelo económico absolutamente excluyente y en avanzado proceso de deterioro, la implementación de experiencias asociativas autogestionarias con una ética sustentada en la solidaridad como oposición a la lógica individualista hegemónica se vuelve particularmente relevante. En este sentido, la emergencia de un centro de formación destinado, en particular, a los protagonistas de esas experiencias es no sólo funcional al mejor desempeño de esas prácticas, sino esencial como centro de reflexión y análisis político. Urge la formación de nuevos dirigentes no contaminados con prácticas burocráticas y que puedan ejercer liderazgos sociales transformadores, afianzados por los logros y realizaciones en la satisfacción de las necesidades prácticas que han promovido su aproximación al sistema de gestión social cooperativa. A partir de esos logros concretos, podrán fortalecer su acción en el campo político más amplio, trascendiendo el contexto inmediato de su experiencia cooperativa.
El desarrollo del cooperativismo encuentra obstáculos insalvables en el seno del sistema capitalista, justamente porque sus sustentos filosóficos son antisistémicos respecto al mismo. La conciliación de una ética de la solidaridad y la justicia distributiva con una ética instrumental que busca la maximización de las utilidades es de por sí insostenible. No obstante, este hecho no invalida la búsqueda de una estrategia formativa que permita consolidar los perfiles de los dirigentes cooperativistas proporcionándoles herramientas de análisis social, económico y político. Así, frente a la anomia a la que parece estarnos impulsando esta globalización tecno-mercantil, aparecerá la impugnación fundamentada de una opción alternativa.
Para lograr este ambicioso objetivo es necesario contar con un cuerpo docente preparado y comprometido en la asunción de este desafío, lo cual exige, no sólo la aplicación de los principios de educación permanente, sino, además la capacidad profesional y humana de emprender una ruta pedagógica para la cual no existen mayores antecedentes documentados. El proceso de enseñanza y aprendizaje será precisamente un itinerario en construcción, teorizando a partir de las experiencias cooperativas que tomen como campo experimental y sobre la base de una relación horizontal con todos los actores involucrados en las mismas. Los docentes no sólo deberán posicionarse con una actitud crítica a efectos de conocer y documentar las experiencias, para asesorar y compartir modos de hacer con los cooperativistas, sino además realizar el esfuerzo de elaborar la síntesis de los aprendizajes incorporados en la práctica y en el diálogo con los actores, para poder, a partir de ellos, continuar el ciclo de investigación-acción. Es a partir de esta dinámica que paulatinamente, podrá irse delineando un currículum ajustado a la realidad, que por eso mismo, deberá tener la flexibilidad suficiente como para responder a las necesidades emergentes de los protagonistas.
Lo que está en juego, ni más ni menos es la posibilidad, una vez más, de poner a los hombres y mujeres de los sectores populares como constructores de sus circunstancias, de su futuro, y asumir el compromiso, a través de la escuela, de proporcionarle las herramientas teórico-metodológicas para que puedan asumirlo con confianza. Los docentes de la Escuela deberán operar como auténticos intelectuales gramscianos, y brindar, por sobre todas las cosas, un mensaje de optimismo que revitalice la esperanza y quiebre el fatalismo al que esta globalización neoliberal parece condenarnos.
El cooperativismo autogestionario y no burocratizado es precisamente, eso, el mensaje de que la utopía no es sólo un imposible, sino que puede actuar como guía para alentarnos en el camino de la transformación. Es la potencia de la utopía la que se materializa en el acto transformador, pues sólo intentando lo imposible es que se puede alcanzar lo posible.

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