lunes, 10 de enero de 2011

En la agenda pública la vivienda.

Fue en Argentina, en el sur de Buenos Aires ( Villa Soldati) , pero podía haber sido en cualquier ciudad capital de nuestro Continente, los pobres se cansaron , salieron a las calles, tomaron un parque, el escándalo es gigantesco, la sociedad consternada porque al parecer se instalaron nuevamente los pobres en la escena política del país. Esta vez se atrevieron nuevamente, como tantas otras veces, a decir a los cuatro vientos ¡aquí estamos!!!! Existimos, estamos hartos de vivir en las villas, pero podían haber dicho siendo en otro país, no queremos vivir en las favelas , las chabolas, los asentamientos, cantegriles , el nombre es lo de menos, cuando de vivir en la miseria se trata.
Y se atrevieron a invadir tierras, lo que no admite discusión para el sistema capitalista, la siempre bien resguardada “propiedad privada”.
Y obviamente movieron todo el tablero político de ese país, de derecha a izquierda, y no faltaron las palabras de solicitud de recato de la jerarquía eclesiástica, como no podía ser de otra manera. Pero los pobres no entendieron, esta vez querían el paraíso en esta tierra y obviamente fueron reprimidos, con el saldo de cuatro muertes de los sin techo.
Y tuvo que suceder esto para que como nunca hace mucho tiempo en la Argentina estuviera por lo menos en la agenda pública el problema de la vivienda.
Nuestro Continente, es el de mayor urbanización del mundo, es decir cada hora, día mes, más y más gente se instala en las periferias de nuestras ciudades, esto ya se sabe no parará, no se detendrá, por más rejas, alarmas, guardias de “seguridad” que existan y se instalen en los barrios de los ricos, les guste o no están rodeados de pobres.
Así la ciudad que llaman democrática se divide en barrios segregados, el espacio se compra, hasta el mar y las zonas verdes tienen precio, por eso en su inmensa mayoría frente a ellos vive el que tiene cómo comprar. Al igual que los barrios de pobres tienen nombre según el país, los ricos también tienen sus nombres, Ipanema, Carrasco, Palermo, en fin de cuentas, hasta por el nombre en cada ciudad se distingue dónde vive según tenga poder de compra.
La paradoja del asunto está que quienes son culpabilizados siempre son los pobres porque reclaman vivir dignamente, tener un lugar, apenas eso un lugar en el planeta Tierra donde poder vivir, instalarse con su familia y vivir dignamente.
Pero el problema es que la ciudad así concebida no es democrática, es elitista por donde se la mire, todas las ciudades tienen una avenida que divide hasta el aire que se respira nuestra ciudad tiene a la Avenida Italia otras tienen también avenidas referentes que reparten lo mejor y lo peor del suelo urbano concebido como mercancía y no como derecho.
Allí está el cuello de botella, no observemos y demos vueltas en derredor de los efectos vayamos a las causas, el problema es que existe una minoría, absoluta minoría en la inmensa mayoría de nuestras ciudades que se apropia de lo mejor de ellas, de sus verdes, de su mar, de sus alados árboles, con todos los servicios indispensables para la vida.
Pero del otro lado, está la inmensa mayoría y es a esa inmensa mayoría que se le ocurre cada tanto decir ¡aquí estamos ¡ y fue necesario en Argentina para hacerse oír todo lo que hicieron, absolutamente todo y cuidado el peor costo nuevamente está de su lado cuatro muertes.
Y me preocupa, por ello insisito en el tema del suelo, más cuando en nuestro país aún existe la posibilidad de encarar el tema con rigurosidad, por ello dedico artículos a un problema que está instalado y podemos prevenir.

Hoy, hablar del derecho a la ciudad sin hablar del derecho a acceder al suelo urbano, no resiste ningún análisis que pretenda una salida positiva al problema, porque no puede haber derecho a la ciudad si el acceso al suelo está tan brutalmente segregado por el mercado.

Es sobre esto que tenemos que reflexionar: hoy todo el desarrollo de las ciudades está en función de los denominados nodos financieros, y con ello cada día se ven más segmentadas: según cuánto tengas para poder comprar el terreno, será la zona que te corresponde y el derecho que tendrás.

No conozco otra forma de quebrar este nudo gordiano que reconociendo el acceso al suelo como un derecho y subsidiándolo a aquel que no tiene posibilidades económicas de satisfacer su necesidad de una manera adecuada. Y eso es responsabilidad del Estado, en particular en nuestro país del Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, y la herramienta para lograrlo es la creación de una Cartera de Tierras a nivel nacional.

En la actualidad, todos los esfuerzos parecerían estar abocados a la denominada regularización de asentamientos, cuestión que no es menor, pero que sólo constituye un paliativo. Y los paliativos no pueden ser una política de Estado: si no contamos con tierra para los sectores populares, se deberá seguir regularizando de por vida, cuestión mucho más costosa que ordenar el territorio, sin mencionar lo más importante: que para mucha gente, llegar a gozar del derecho a la ciudad también se postergará de por vida.


Hablar de vivienda sin mencionar el problema fundamental del suelo, el efecto segregacionista del Mercado y la responsabilidad del Estado en este tema, es no hablar de nada. El compañero colombiano Alejandro Florián, especialista en el tema ciudad, dice que “en un tema como la vivienda es evidente y necesario reconocer que algunos factores estratégicos, como la disposición del suelo urbanizable para el crecimiento ordenado y sostenible de los asentamientos humanos, no pueden dejarse al arbitrio libre del mercado.”

El suelo urbanizable no puede seguir siendo considerado una mercancía especulativa, pues en términos económicos su comportamiento es inelástico, por ser un bien escaso y completamente limitado. Nociones modernas y democráticas del Estado, establecen límites a la propiedad privada y proporcionan instrumentos para que éste pueda intervenir en los mercados de suelo de manera que “prevalezca el interés general sobre el particular y para que la propiedad cumpla con una función social mínima, en reciprocidad con los efectos de valorización del suelo que el fenómeno de la urbanización en sí misma produce.

Gustavo González ( Analista)
Publicado en el diario La República Uruguay

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